Revolcando los
bloques pétreos de esos libros que solo ocupan espacio en las estanterías de
las compra-ventas, de vez en cuando nos encontramos alguno que despierta
nuestra curiosidad, le desempolvamos el olvido y conforme lo espabilamos va cobrando
aliento al leerlo…
Eso me ocurrió
hace unas semanas cuando me encontré este poemario, “Breves eternas
permanencias” de un tal Charpan, de quien no tengo idea quien sea, ni qué fue
de él o su obra posterior, la mínima y rutilante autobiografía en la
contraportada tampoco aclara mucho:
“Charpan nace de Alberto y Betty del planeta tierra
en el Sistema Solar. El 6 de marzo de 1947. Quepos junto a la mar y sol en
piscis.
Estudia en la escuela en el liceo en la universidad.
Escribe en poesía la verdad del alma.
Estas breves eternas permanencias constituyen su
primer poemario. Hace publicaciones en periódicos y revistas y recitales.
En el año 1966 asiste al primer Congreso de Escritores
Centroamericanos en Guatemala.
Actualmente trabaja en la creación de otro libro de poesía.”
¿Habrá visto
la luz ese otro libro de poesía? No lo sé, no he querido indagar, más bien me
gusta, me inquieta lo que ignoro de este autor y su obra; seguro que las
noticias fluirán revueltas y claras después que publique esto, pero hasta ahora
solo sé lo que tengo en mis manos: un poemario juvenil, que fue publicado hace
47 años en 1969 por la Editorial Costa Rica, pero que igual pudo haber sido
publicado hace unas semanas dado que la factura de los poemas que encontré en
él no varían en casi nada de los que hoy se suele publicar.
En la
contraportada también viene un comentario de nuestra gran escritora Carmen
Naranjo, que con una generosidad y condescendencia enormes dice:
Charpan |
“Creo sinceramente que se trata de un libro
extraordinario, escrito por un adolescente que descubre con un lenguaje
depurado las sensaciones de su crecimiento en un mundo cerrado, inhóspito,
solitario, plagado de imágenes encendidas en juegos de palabras, para cerrar el
lenguaje en una comunicación íntima, esencialmente poética y trascendente para
todos los que aspiran al encuentro de mensajes con la belleza fugaz de
designaciones audaces, productos de sinceros arrebatos de angustia.
No es poesía por la belleza en sí misma, aun cuando
la belleza está presente en el ritmo, en el sentido, en la musicalidad, en las
imágenes y en la unidad de los poemas. No es poesía de estridencias y clamores,
es la voz espesa y deslumbrada del que siente y se ve obligado a confiar sus
sensaciones. No es tampoco poesía de “ismos” o de fácil clasificación entre los
movimientos literarios, es ante todo necesidad de comunicarse, de descubrir, de
encontrarse, de hallar palabras que hagan definibles sentimientos y estados
emocionales. Es poesía íntima, subjetiva, con un vocabulario que refleja
realidades elementales de la ciudad, de las reuniones, de los encuentros, de
los pequeños círculos, de la trivialidad diaria, iluminados estos elementos cotidianos
por la belleza de imágenes simples, casi infantiles, sin perder la plenitud de
la luz poética.”
Me detengo en
el objeto en sí, y me asombra la belleza de esas viejas ediciones, la calidad
del papel y la cartulina de las tapas, la impresión, el encuadernado, ya no se imprimen
libros así, ni tampoco se hacen tirajes de 2375 ejemplares para una ópera
prima.
Al leerlo nada
me inquieta en estos poemas, no me interpelan, no es la distancia temporal lo
que me separa de ellos; a lo mejor es su voluntad críptica, la ingenuidad irreverente
en estos poemas tan jóvenes, pero más viejos que yo lo que nos distancia.
Pese a ello,
hay un poema que se separó del conjunto, algo me gustó en él, no sé decir qué,
tiene un ritmo, unos aciertos, algo que no me queda claro pero que me arrulló y
me deleitó mientras lo leía, ahora solo quiero compartirlo, tal vez alguien más
de repente se sienta atraído como yo por esta marea de versos que divagan sobre
las cosas conforme se indefinen y se derriten como candelas en la oscuridad.
Provecho entonces. ¡Salud Charpan!
Germán
Hernández
El tiempo no se sucede
Quizá era un pájaro ya herido
o una sombra o el sol más redondo
y más maduro ya de viejo o un insecto
cansado por el peso de sus alas
que de pronto hizo un agujero sobre el
aire
y cayó encima de mi cuerpo
no había hora y todos trabajaban y
dormían
no había claridad que hiciera pensar
que era de día y cada persona
hablaba del sol y de las nubes
tan brillantes y los ríos y las fuentes
saltando encima de su cuerpo
¿Cómo conocer lo que vivía
En esta hora
Tan temprana y ya tan tarde?
Ayer
-¿cómo saber si fue ayer o hace siglos?-
conversaba con alguien:
recuerdo haber hablado mucho
o quizá callé hasta agotarme
antes lo hubiera afirmado con certeza
pero ahora
¿cómo saber si fue ayer
o el día de hoy o el de mañana?
Sólo sé que lo recuerdo y es probable
Que no dijera nada o lo esté hablando
ya muy tarde o muy temprano
mi cuerpo me dijo del cansancio
y me acosté en su mismo sitio
cayeron de pronto los objetos
y todas las cosas fueron una sola
sílaba repleta de siluetas
(muy arriba se había formado un círculo
cada vez más visible y más brillante
como una gran pupila que hubiera
empezado a sollozar)
la ventana estaba abierta
y la luna saltó dentro del cuarto
y se quedó en la cama mirándome
muy fijo
entonces se hizo cada vez más grande
y tuvo que volver afuera
no había pasado ni futuro ni presente
que hiciera pensar en estar vivo
todo era un instante y el instante
una mirada
un retroceso al yonosotros
detenido en cada gota de mi cuerpo
(Desprendida de las nubes la noche
se encerró dentro del cuarto
que fue entonces la longitud
de una calle tan grande como el viento)
a lo lejos todo era principio:
había luna y muchos círculos de luz
contemplaban un estanque
todo era estanque y era luna
y era un contemplarse y ser mirado
y recorrerse todo el cuerpo
sin apenas respirar
los ojos
el rostro
las paredes casi sostenidas
lo hecho ya vivido y sin morir
las calles
los autos detenidos sobre el día
las ciudades erigidas en un vidrio
el aire metido entre la carne
en explosión de ser sólo un apoyo
recordado tras la muerte
los hoteles y los huéspedes perdidos
en la longitud de cuartos diminutos
la ciudad derritiéndose en la sombra
en un despedirse de los cuerpos y el
vacío
la gran selva que agoniza sus simientes
rompiéndose en la roca
el árbol siempre verde el río la sed
en la garganta las montañas más altas
semejantes en cualquier lugar del mundo
los pájaros tallados frente al día
que ya son una sombra o un canto
siempre vivo y ya muerto en el cansancio
todo era mi cuerpo y otro cuerpo
cada objeto y cada ser ahora desnudo
era yo mismo sin ropajes buceando
en la memoria del presente sin ser nada
no había ciudad ni universo tan palpable
como el viento conversando con el viento
una sola dimensión existente en los tres
tiempos
todo era un recuerdo quizá nunca vivido
y era un todo y una música repleta de
siluetas
un estanque donde la luz es el reflejo
mi cuerpo y los objetos y la noche
miraban el universo edificado por mí
mismo
con un vago sentir de que en el fondo
el cuerpo y la mirada no existían
y el recuerdo y todo lo sentido
era el presente aún sin transcurrir
y el ayer: el hoy sin ojos para siempre
a solas con el tiempo y con los hechos
Charpan
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