Muchas cosas se dicen sobre la narrativa breve
local, que es floja, que es escasa, y nada de ello me parece cierto, solo
faltan lectores para disfrutar de un género exigente, tanto para el autor en
construirla como para el lector en destruirla.
Santiago Porras regresa después de su bella novela
Avancari al género que lo dio a conocer y donde nos tiene acostumbrados: el
cuento. Microrrelatos, estampas, anecdotarios, cuentos propiamente dichos,
constituyen su nuevo conjunto “La sombra decapitada” curioso título de
connotaciones posrománticas, pero no es el único, otros títulos de sus relatos
tienen las mismas reminiscencias, como “La catedral de Rouen”, “La sombra flotante”, “El hijo de la muerte”,
“El cartabón para el fracaso”, “El secreto de la eternidad”, “El abrazo
mortal”, solo cito títulos, independientemente de su contenido, por curiosidad
y sorpresa, ¿Qué se traen estos y otros relatos?
Ya lo dijimos, desde microrrelatos, de apenas un
párrafo, sentenciosos, como “La catedral de Rouen” con que abre el libro o
“Esclavizadores” con que lo cierra. O bien, estampas que abren una ventana
hacia un mundo que palpita entre lo mágico, y recuperan la oralidad popular en
textos como “La sombra flotate”, “El secreto de la inmortalidad”, “El secreto
perdido”, “Visita al nigromante” o “Abrazo Mortal”
Pero acostumbrados como estamos a la prosa diáfana,
y reflexiva de Porras, vuelve con ella en cuentos cuyo propósito es hablarnos
detrás del texto, para el que se compromete a leer entre líneas como las del
cuento homónimo cuando dice: “Ahora
entiendo por qué las hormigas cargan varias veces su propio peso, el suyo es un
cuerpo sin el fardo de la memoria”. Sí, son cuentos con mucha glosa, de
reflexión filosófica, pero para el que no quiera penetrar en ellas, tendrá una
gustosa lectura sobre cosas que “dicen” que pasan.
Y también pasan cosas que se leen, que se dialogan
con otros autores y se actualizan, ¿y cómo no encontrarse con otros maestros
del relato breve?, como es el caso de “Autoinmolación” que le hace guiños a
Alvaro Menen Desleal o a un Pamuk en “El hijo de la muerte”.
Santiago Porras |
Encontramos también en este volumen otros textos,
cuentos en toda regla, cuentos morales si se quiere, donde la vos del narrador
casi parece sonrojar ante lo que cuenta, que se esquinea, dribla, busca entre
palabras la imposibilidad de narrar lo indigno, lo vulgar, lo sucio de la
manera más limpia, más elegante, más dignamente posible, tal es caso de textos
como “El cartabón para el fracaso”, “Cuarteto de cuerdas y loco” o bien el
dostoievskano “Por amor al arte”, narraciones absurdas, donde todo sentido
común desaparece para dar lugar a situaciones excéntricas y enfermas, pero con
un candor y una naturalidad exquisitas.
Esta última entrega de Porras reitera su ya
singular y acertada forma de narrar, hermana de un Efrén y un Filisberto
Hernández, de un Sergio Golwarts y de un Menen Desleal así como de Monterroso,
prosa ligera, elegante, casi inocente, casi ingenua, suficiente para pasar una
tarde creyéndonos más listos que el autor, casi…
En suma, un cuentario sabroso, digno de un narrador
que sabe entretener y deleitar, e incomodarnos.
Germán Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu signo