Nos resulta grato compartir en "El signo roto" dos cuentos inéditos de la narradora y amiga guatemalteca Marilinda Guerrero Valenzuela, sutiles toques de ficción científica con prosa ágil y eficáz. ¡Provecho!
La hilera
Vio su reflejo en el charco de sangre bajo sus pies. La casi
ausencia de luz por causa de un daño en el sistema eléctrico hacían difícil la
visión. Empuñó con fuerza el arma y se adentró en el laberinto. Dentro del
camino estrecho surgían nuevos retos: rampas, puentes, escaleras, las paredes
parecían desdoblarse frente a ella, cambiaban su posición segundos antes que
llegara a las habitaciones con posibilidad de salida. El tiempo se agotaba. Las
voces regresaron a su memoria, los gritos, las súplicas. Se detuvo con el
sonido de una detonación. Creyó haber muerto, un cuerpo cayó frente a ella. A
lo lejos, una silueta se acercó. Era inútil, la habían detectado.
La interrogaron. Ataron sus muñecas con una sustancia que se
adentró en el tejido conectivo y logró una unión a partir de la lámina basal,
imposible de romper sin desangrarse. Sin posibilidad de huida, su cuerpo estaba
siendo hundido en el suelo, unas máquinas volaban escaneando su cerebro,
buscando cualquier indicio que pudiera llevarlos al origen. No sabían que ella
había almacenado todo en una memoria que retiró presionando el sensor que tenía
tatuado bajo su pezón izquierdo. Toda la información, todo aquello que la
incriminaba flotaba en un pedazo de hilo que quedó a la deriva en el laberinto.
Prefería olvidar quien era a ser sometida al escrutinio del consejo.
El policía escupió, lo había logrado una vez más, cada vez
era más astuta, cada nuevo crimen era mejor planeado, su tecnología había
aumentado de forma considerable. Al verla de nuevo con el cerebro expuesto,
vacío, sometido a los rastreadores, entendió que no era a ella a quien debía
buscar. Era a sus proveedores, los que le daban la tecnología, las actualizaciones. Elevó su cuerpo del
suelo y la llevó al escáner, un viejo aparato similar a una araña, donde las
patas tenían la habilidad de rastrear todos los ángulos de una superficie al
mismo tiempo. Las largas extremidades pasaron varias veces sobre los tejidos
corporales y detectaron una implantación pequeña en la rodilla derecha, una
especie de entrada antigua, de cientos o miles de años. Capturó la imagen y
buscó en los archivos. Era una entrada VGA, colocadas en los primeros
prototipos.
En el sótano, sección archivos descontinuados de crímenes
antiguos sin resolver, los cuerpos de los primeros prototipos pendían del
techo. Buscaba alguno que tuviera características similares con Adriana. Ponía
uno a uno frente a él, los examinaba cuidadosamente. No este. El siguiente. Por
varias horas estuvo buscando, incansable, hasta que uno, Selenie, tenía el
mismo puerto y misma fisonomía que ella. Lo conectaron al simulador para
revivirlo y estudiar su fisiología, tecnología, capacidades y debilidades.
Selenie abrió los ojos y se encontró en una habitación
brillante. Pequeños robots volaban a su alrededor, capturando información. Al
sentir sus pies de nuevo contra el suelo, activó el proceso de reconstrucción.
Entonces, desapareció frente a los ojos de todos, atravesó la pared y frente a
la mirada atónita de los investigadores, los aniquiló, uno a uno sin piedad. El
camino se abrió y apareció el laberinto por el cual ella encontraría la
iluminación. “Voy por ti, Adriana”, dijo, mientras cargó la información que se
encontraba a la deriva, en un pedazo de hilo flotante.
La otra mirada.
Regresé a la casa de esquina, que corría peligro de
desaparecer. Entré de nuevo en el cuarto, y aunque dicen que la muerte la podes
encontrar en la boca de una guitarra, yo la encontré contigo, en la boca de
aquella cama que nos engulló. Primero fue la ropa, luego este sitio. Dicen que
desde que te fuiste, la casa poco a poco nos fue olvidando. Aún recuerda tus
pies, desayuné con ellos y tomamos café. Dormí con ellos por las noches,
abrazándolos, mientras moría dentro de tus huesos y así, la casa de los dos. La
casa esperaba las sombras para recordar, entre pelos de gato negro y tu mirada
viendo al vacío. Por las noches me encontré
buscando la eternidad. Me di cuenta cómo un dragón nos vio sentado
mientras el cielo se hacía rojo y las nubes verdes, dentro de un sobre tamaño
carta y el sonido de un refrigerador en esta morada vacía. Sabes, la ventana se
veía tan lejana en la fotografía oscura y la cámara aún no capta el color de
los azulejos donde posaste. El correo puede a veces llevar muchas muertes
dentro de un sobre y la mía estaba disfrazada de un saludo y un libro ajeno.
Regresé a la casa de esa esquina que con el tiempo, cambió
de color. Recuerdo que era amarilla, luego pasó a verde y después cambió a un
color azul. Me di cuenta que no habían
suficientes pecas en el mundo para olvidarte y decidí volverme arena, esperando
que el tramo de las flores marcara un nuevo día. Pero, ¿Cómo podes refugiarte
en vos misma si lo llevas dentro?
Cerré las ventanas y me pareció verla cada vez más chica.
Algo sucedió en el intermedio del tiempo cuando cerraste la puerta y dijiste
ser uno más en mis cuentos. Algo quedó aquí metido como la boca de la guitarra,
duro, inamovible, estático. Algo hizo mover las mariposas negras de este
recinto vacío. Cerrar el capítulo en un libro de historia no es el lado oscuro
que esperé de ti. Aún busco la herida que produjo tu espalda en la puerta. Y
abrí el libro de las hormigas, el que planteó una respuesta a la ausencia y una
pregunta al eco. El que llenó el cuarto y me hundí en él. El que me llevó y
cambió la página.
Dicen que esa casa de esquina, desapareció. Que vieron salir
de ahí a una muchacha delgada, pálida, con dos maletas y un sombrero. Dicen que
cuando cerró la puerta, dos pies la seguían y cuando se subió al carro se
disiparon, en el resto de la ciudad.
Marilinda Guerrero Valenzuela |
Marilinda Guerrero Valenzuela.(1980). Ha publicado en revistas electrónicas, así como los libros de narrativa Relatos de sábanas (Letra negra 2011) Escenarios de un mundo paralelo (Letra negra 2012) Voyager (subversiva 2015). Fue incluida en la antología Cuerpos, relatos eróticos por mujeres (F&G 2015). En poesía, publicó el libro Todos tenían derecho a estar presentes (editorial cartonera Alambique 2014). En literatura infantil, publicó el libro Odisea de tres mundos (editorial Santillana 2016) Actualmente tiene la columna “Cazadora de microficciones” en la revista digital Penumbria, es coeditora en la revista de narrativa “Primeros Auxilios: lea en caso de emergencia”.
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