Querido poeta, (lo digo en sentido amplio, no importa si eres narrador, dramaturgo, poeta o ensayista) dedico a vos estos consejos para que no te pase lo que a un amigo, que no vale la pena mentar aquí, tal vez algo de provecho encuentres en ellos.
Si después de tantos años, de tantas páginas leídas y
escritas que nadie te pidió que leyeras o escribieras; después de tantos
recitales y aplausos amables; después de cosechar un puñado de libros que se
pudren en las bodegas de las editoriales te preguntas: ¿Pero, qué ha pasado?
¿Por qué no he visto reseñas de mi obra en las páginas web y en las revistas
especializadas? ¿Por qué mi último libro no apareció citado en la lista de lo
mejor del año? ¿Por qué no me han pedido una entrevista para la sección de
cultura de alguna revista? ¿Por qué no he ganado ningún premio nacional? ¿Por
qué se lo dieron a aquel o aquella? ¿Por qué nunca me han invitado a una feria
internacional del libro? ¿Por qué invitaron a aquel o aquella?
Si después de tantos años, todavía quieres cambiar al mundo
y suspiras por los mismos autores y te reúnes con los mismos poetas para chismorrear
con amargura contra los otros que sí sonríen en las
portadas, reportajes, y entregas de premios.
Si después de tantos años, cuando te despides de tus
compinches, ya en la soledad sientes todavía que nadie ha comprendido realmente
la hondura de tu obra, que esta no pertenece a este tiempo y menos a un lugar
tan mezquino empezando por su gente que no lee, por el raquítico medio
literario lleno de pavorreales, y la mediocridad de los confabuladores que
según vos no hacen más que boicotearte y basurearte.
Si después de tantos años, casi en el ostracismo sientes que
todo ha sido culpa de la falta de apoyo, promoción y patrocinio del Estado (como
si los contribuyentes tuvieran la obligación de mantenerte), de la empresa
privada, de la academia, del Dalai Lama, de la Virgen de los Ángeles o quien
sea...
Si has sentido la mayoría de estas cosas o todas ellas de
manera constante, entonces estás bajo los efectos del “ninguneo”. El ninguneo
es en realidad una “ilusión”, una especie de espejismo como el que padecen los
esquizofrénicos pero al revés, en lugar de multitudes, imaginas vacío.
Nadie te “ningunea”.
Desde tu primer verso no eras nadie, para eso tienes que
llegar a ser alguien primero.
Pero descuida, estos sentimientos que experimentas no son
exclusivos de los y las poetas, al contrario, son tan vulgares y humanos, nadie
escapa al deseo de prestigio y reconocimiento. Incluso aquellos escritores que sí
sonríen en las portadas, reportajes, y entregas de premios, también lo
experimentan, las pequeñas o grandes alegrías de publicar nunca son suficientes
y desatan la codicia, la adicción de más prestigio, de más reconocimiento.
Somos vanos, qué se le va hacer. Por eso nadie escapa en
algún momento a ese sentimiento, y nada hacemos diciendo que: “yo escribo por
amor al arte” pues suena a consuelo de tontos, igual que suena tonto cuando
alguien que ha recibido alguna atención y prestigio lo dice.
Mi concejo es que te concentres en lo que haces y ya. La
intangible gloria que esperas es accidental la mayor de las veces, coyuntural
casi siempre, y extraliteraria. Mejor empéñate en ser mejor que vos mismo, y
luego vemos qué pasa.
Germán Hernández
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