En 1999, a raíz de una entrevista en la Radio Nacional Estatal sobre
su última novela, Paul Auster fue invitado como colaborador regular, luego Siri,
su esposa (la portentosa ensayista y recientemente galardonada en 2019 con el
Premio Princesa de Asturias de las letras) ante la indecisión de su marido, le
sugirió que en lugar de escribir él las colaboraciones, podía invitar a los
escuchas a hacerlo, así surgió El Proyecto Nacional de Relatos, cuenta Auster:
“Les pedí a los oyentes que enviaran sus relatos. Los relatos
tenían que ser verídicos y breves, pero no habría restricciones en cuanto a
tema ni a estilo. Lo que más me interesaba, dije, era que las historias
rompieran nuestros esquemas, que fueran anécdotas que revelasen las fuerzas
desconocidas y misteriosas que intervienen en nuestras vidas, en nuestras
historias familiares, en nuestros cuerpos y mentes, en nuestras almas. En otras
palabras, historias reales que bien pudieran ser una ficción. Me refería a
grandes y pequeños acontecimientos, a hechos trágicos y a hechos cómicos, a cualquier
experiencia que se considerase lo suficientemente importante como para llevarla
al papel. Les dije que no debían preocuparse si nunca habían escrito un relato.
Todo el mundo conoce alguna anécdota buena y, si respondía suficiente gente a
la convocatoria, podíamos llegar a conocer cosas sorprendentes sobre nosotros
mismos y sobre los demás. El proyecto nacía con un espíritu totalmente
democrático. Todos los oyentes estaban invitados a participar y yo, por mi
parte, me comprometí a leer todas las historias que recibiese. La gente
exploraría sus propias vidas y experiencias y, al mismo tiempo, participaría de
un esfuerzo colectivo, de algo más trascendental. Dije que, con la ayuda de
todos, esperaba reunir un archivo de datos y hechos, en definitiva: un museo de
la realidad estadounidense.”
Paul Auster y Siri Hustvedt |
Al cabo de un año hubo más de cuatro mil colaboraciones, muchas fueron
leídas en las emisiones radiales. Auster seleccionó y editó alrededor de 180
relatos, El libro que reseñamos es el resultado, apenas anécdotas redactadas
con estilo llano, sin ínfulas literarias. Algunas de ellas sencillamente preciosas.
Como fragmentos extraídos del escatológico Libro de la Vida, estos relatos compadecen
a nuestro juicio, son apenas una chispa en la oscuridad de una sociedad tan
familiar y extraña como la estadounidense, una tarea hermosa, perfectamente replicable
en cualquier otro momento o lugar, solo para dejarse sorprender de la insólita
cotidianidad de los otros y las otras.
“Nunca he sido perfecto, pero soy real” decía uno de los
colaboradores. ¿Será que esa intención de petrificar en textos lo vivido nos da
la certeza que hemos sido y que seguiremos siendo? No lo creo, pero por un
instante, al menos mientras se leen esos relatos, podría serlo.
Si te interesa este libro, aquí te dejo un link para que lo
podás descargar y leer en formato epub: Creía que mi padre era Dios - Paul Auster.
Germán Hernández.
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