El libro del Apocalipsis fue escrito en el siglo primero de
nuestra era por un tal Juan, el anciano, de quien no sabemos absolutamente nada
más. Se dirige a pequeñas comunidades cristianas en un lenguaje críptico, lleno
de símbolos, que únicamente esas comunidades sabían interpretar. Las visiones
del autor del Apocalipsis no eran visiones del futuro, ni estaban dirigidas a
las personas del siglo XXI, sino exclusivamente a las comunidades cristianas de
su entorno y su tiempo. Me permito esta pequeña glosa para proponer un
paralelismo con el libro de Contreras Transhumano demasiado transhumano
(Editorial Costa Rica 2019), quien, aprovechándose de las posibilidades de la
ficción, propone un libro que es la recopilación de los trabajos de un
periodista llamado Antonio La Puente, escritos a lo largo del siglo XXI, en un
futuro próximo, aunque su obra impresa sea póstuma. Artificio que me recuerda
aquel otro divertido libro de Monterroso, Lo demás es silencio.
Pero claro, el lector sabe que Antonio La Puente no existe, es un
personaje, y que las obras a él atribuidas, escritas en el futuro, han sido
escritas en el presente, para el presente por Contreras. ¿Acaso nos encontramos
con una obra de ficción científica o de anticipación?, en realidad no, aunque
posee elementos de ambos, se aproxima más a la escatología apocalíptica, porque
a nuestro modo de ver, la obra de Contreras no habla de cosas que podrían
suceder, más bien nos relata cosas que ya están sucediendo, nos las dice en
lenguaje críptico, como el autor del Apocalipsis, se dirige a nosotros,
al presente. A nuestro presente.
Los textos que componen Transhumano, no son cuentos, son precisamente
lo que dicen ser, columnas de un periodista iconoclasta, resignado de antemano
a no generar la menor reacción con su trabajo, que es más que nada un acto de
digna rebeldía, semejante a la voz de los profetas del Antiguo Testamento, es
decir, la consciencia moral y crítica de su tiempo. Expuestos de manera
circunstancial, nos proponen lecturas para discutir, para plantear analogías y
confrontar el presente, de alguna manera nos desafía a desencriptarlo, como
hacen los exégetas modernos con el Apocalipsis. Traeré a colación algunos
ejemplos de textos que me llamaron la atención.
Lempira Siglo XXII, ciudad privada, donde no hay ciudadanos
sino clientes, “y el mundo se dividirá por las murallas de las ciudades
privadas en un interior altamente avanzado en tecnologías y modos de vida y un
extramuros donde las gentes más dispares vivan de manera cada vez más
primitivas, reducidas a reservas genéticas y mano de obra esclava.” (Pág.
15). Si bien esas ciudades privadas no existen hoy como espacios edificados, sí
existen en las maneras en que las personas viven e interactúan, así como hoy
miles de personas migran desesperadas de sus hogares, expulsadas, absolutamente
prescindibles para el libre mercado en vista de que no compran, ni consumen, ni
tienen Master Card, no porque sus países fracasaran, sino que hay un modelo
económico y político que igual que produce pobreza y exclusión, ese mismo
modelo económico y político también produce riqueza inimaginable, prosperidad y
abundancia infinita en esos mismos países para sus pequeñas élites, esas ya
viven en Lempira Siglo XXII, sin salir de su país, sin tener que migrar a
ninguna ciudad privada. Las murallas que separan a la humanidad, no son las de
una ciudad, son las de un modelo que solo conoce ganadores y perdedores y es
capaz de construir los discursos y la moral para justificarlo.
Argumentos a favor de ofrecer el “Programa Borges”, el IB ó inner
book, “(El libro incorporado, o interiorizado, es la técnica y la
tecnología de transmitir al cerebro humano el contenido puro y puntual de un
texto literario).” (pág. 35). Esta idea me trajo a la memoria aquella
película La Matrix, donde Neo el protagonista, una vez rescatado de la Matrix, y
devuelto al mundo real, debe aprender las habilidades necesarias para liderar
la resistencia humana contra las máquinas, lo curioso es que para ello,
simplemente lo conectan a una computadora y le instalan literalmente como se
instala un app en un teléfono, el uso en armas y artes marciales; lo cual me
pareció ridículo, el cerebro humano no es un disco duro, ni la producción de
conocimiento es un paquete de bits. Pero digamos que se nos pudiera instalar en
el cerebro una linda edición comentada (ojalá por Clemencín) del Quijote de
la Mancha, eso implicaría apenas la omisión de un paso: tomar el texto y
mediante la lectura a través de unos dispositivos ópticos llamados vulgarmente
ojos, decodificarlos y reconstruirlos en la memoria, pero aun así, con o sin
dicha mediación, la aprehensión del texto será una acción voluntaria del
lector, y la comprensión e interpretación del mismo será singular y personal,
en ese sentido, el inner book no supone ningún tipo de innovación salvo como
medio de transmisión. Todo lo positivo que Antonio La Puente encuentra en el IB
siempre ha estado ahí en los medios tradicionales de transmisión de datos, a
los que vulgarmente llamamos libros, sean impresos o digitales.
Argumentos en contra de resucitar a Belzamira, si es cierto que
llegaremos a resucitar gente en el futuro, ¿cómo afrontarán su resurrección?,
de ahí la demanda de La Puente, estaríamos violando sus derechos humanos, una
acción inconsulta, inevitablemente, las víctimas están muertas. Pero acaso no
lo hacemos hoy en día, revivimos a los muertos, los recreamos y los convertimos
en nuestras ilusiones, les arrebatamos toda su humanidad, la desechamos sin
más, para convertirlos en lo que quisiéramos que fueran, indefensos, incapaces de
sacudirse de su muerte para defenderse, y así lo hacemos, cuando resucitamos a
Marilyn Monroe, a Juan Mora Fernández, a Lenin, y tantos más, indefensos,
incapaces de reclamar, de defenderse, los bichos que resucitamos son tan ajenos
al muerto que pensamos resucitar del olvido.
Fernándo Contreras Castro |
Imágenes post-proféticas la mayor de las veces, eso es lo que
encuentro en este libro curioso de Contreras, sugerente para la tertulia, revelador
entre conversos, pero sospecho que poco eficaz para persuadir a quienes no
están en sintonía con él, como lo es el mensaje del Apocalipsis para quieres no
pertenecen a las comunidades de fe a quienes fue dirigido. Literariamente, estos
textos parecen siempre el preámbulo de algo que se pudo desarrollar
ficcionalmente, pero no pasaron de ahí.
Me desconciertan un poco los textos finales del libro, “Como lágrimas
en la lluvia, “Transhumano demasiado humano” este último bellamente logrado en
sí mismo, pero en el conjunto de los textos lo siento tan ajeno, ¿A cuál
voluntad a fin de cuentas respondían las ciudades privadas, acaso no era a una
especie de liberalismo económico en extremis, o más bien a una confabulación
científica y tecnológica, incluso una rebelión de las máquinas? Ignoro cómo se
llegó hasta donde llegó el autor. Intuyo eso sí, una ciclicidad típica de todo
relato escatológico, todo final implica un nuevo comienzo, o bien, la
repetición absurda, el castigo de los dioses, Sísifo.
Germán Hernández
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