Aunque debe hacer unos mil años,
cuando me sentaba en una clase para escritores de cuentos en Sandford, recuerdo
la experiencia muy claramente.
Estaba con los ojos muy abiertos
y con el cerebro dispuesto para absorber la fórmula secreta para escribir
buenas narraciones breves. La ilusión me fue cancelada inmediatamente. La única manera de escribir una buena
narración corta, me dijeron, es escribir una buena narración corta. Sólo después
que ha sido escrita se puede ver qué tal ha quedado. Es una de las cosas más
difíciles, como me dijeron, la prueba está en las pocas narraciones breves de
buena calidad que existen el mundo.
La regla básica que se nos dio era simple y descorazonadora. Un relato,
para ser efectivo tenía que transmitir algo de escritor a lector y la potencia
de su oferta era la medida de su excelencia. Aparte de esto no hay más reglas. En
una narración podía elegirse cualquier tema y podía adoptarse cualquier técnica
– siempre que la lectura resultase efectiva - . Con el paso de los años he escrito
gran cantidad de relatos y todavía no sé cómo abordarlos excepto escribirlos y
esperar la suerte. Si existe alguna magia en el arte de escribir cuentos, y yo
estoy convencido de que la hay, nadie ha sido capaza de reducirla a unas
instrucciones que puedan pasar de una persona a otra.
La fórmula parece ser que
solamente existe en la desasosegada prisa del
escritor para transmitir algo que él juzgue importante al lector. Usted
debe percibir la excelencia que hace una buena narración y los errores que la
hacen mala. Una buena narración es inefectiva.
No es tan difícil juzgar un relato
después de que ha sido escrito, pero, después de muchos años, empezar una
narración me cuesta un sudor de muerte. Iría tan lejos como para asegurar que
el escritor que no está asustado está felizmente alejado y pasa inadvertido de
la remota y atormentadora majestad del medio.
John Steinbeck
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