Sin duda, una de las cosas que
más agrada en Breves en el Tiempo[1] de
Blas Dotta, es la soltura de su prosa, esa capacidad de elaborar imágenes y
neologismos exquisitos, sugerentes y acertados, también destaca su fluidez, la
habilidad con que los hechos narrados y el diálogo interior constante de Capote
su protagonista se intercambia casi imperceptiblemente.
Eso sí, esta novela exige ser
leída de una manera lúdica y carnavalesca, con la misma actitud del narrador, solo
así es posible entenderse con su atmósfera bucólicamente aburguesada, sus
situaciones absurdas y los estrafalarios personajes que la pueblan.
Hasta la página cincuenta y uno,
la novela fluye encantadoramente, hasta que el autor interviene a través del
protagonista y nos hace una especie de resumen de lo leído hasta ese momento,
un resumen innecesario que no contribuye a involucrar al lector, sino a
explicarle y conducirlo por el sendero que el autor quiere. A partir de allí la
novela comienza a empantanarse, atrás quedan el hermano de Capote y la Gordita
su colega, aparecen el padre del protagonista primero y después su abuelo
paterno en dos visitas súbitas, intercaladas por un proyecto laboral respecto a
una carrera de patos, pese a ello, ambos episodios, con el padre y el abuelo,
son idénticos en cuanto, a que los dos se despiden de su pasado: el padre quema
sus recortes y el abuelo se deshace de su vieja cámara, y en que ambos
reafirman en el protagonista su propósito de atravesar el Atlántico en pos de
su amada.
Es hasta la segunda parte de la
novela que esta retoma su cauce, pero más adelante el autor nos interrumpe otra
vez con sus resúmenes y en la página ochenta y ocho, nos vuelve a explicar lo
que está sucediendo; realmente este es uno de los puntos débiles de esta
novela: la estorbosa presencia del autor.
Y llegamos al desenlace, el cual
se alarga demasiado. El autor intenta atar cabos, unir causalmente y no
casualmente los eventos para dar a entender que todo se trata de una
confabulación, de una especie de travesura frívola de los personajes, entre ellos el excéntrico taxista negro que lo
sabe todo (según dice él) por que habló con el abuelo, la misteriosa fotografía
que fue tomada por este, las pistas falsas y los derroteros con el Poeta, Teresa
la muerta, Amanda y todo para anunciarle al protagonista que pronto será papá.
En todo caso, sentimos que la redondez del argumento es forzado, y corre el
riesgo de ser poco verosímil.
En esta primera novela de Dotta
están presentes muchas habilidades y recursos narrativos, a pesar de que el
conjunto de esta no se logre amalgamar.
Germán Hernández
[1] En
el primer Certamen de Novela Corta convocado por el Centro Cultural de España
en 2011, el premio fue compartido por Breves
en el tiempo de Blas Dotta y La
Paciencia de los Insectos de José Manuel Solórzano. Ediciones Lanzallamas
editó ambas novelas en un mismo volumen en su colección Bartleby en ese mismo
año.
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