Ilustración de Arelis Hernández Sánchez |
Pero antes de contar las aventuras que tuvieron Arelis y
Garabato, creo que es importante contar cómo fue que ellas se conocieron, y
todavía más atrás, cómo llegó Garabato y Arelis a la casa donde vivían.
La mamá de Garabato, era una gata callejera, libre y sin
hogar. Estaba embarazada y buscaba un lugar donde tener a sus gatitos. Un día
encontró una abertura en un techo, entró y le pareció un lugar seguro para
tener a sus gatitos y así lo hizo.
La mamá de Garabato tuvo cinco gatitos, uno de ellos era Garabato,
al principio ella y sus hermanitos la pasaron muy bien. Durante el día, la mamá
de Garabato dormía y sus cinco gatitos se pegaban a sus tetitas para
alimentarse con su leche, cuando la mamá despertaba los lamía para limpiarlos y
por las noches salía a cazar para reponerse y seguir alimentándolos.
Conforme crecían los gatitos, estos comenzaron a maullar en
las noches llamando a su mamá, extrañaban su calor y su dulce leche. El ruido
molestó a las personas que vivían bajo el techo, pues era el techo de una casa.
Un buen día, cansados del ruido que hacían los gatitos y que no los dejaba
dormir, unas garras humanas tomaron a los gatitos y los arrojaron a la basura. Nadie
se imagina los maullidos de dolor de una madre que ya no encuentra a sus bebes.
Imposible contar aquí lo que pasó con los gatitos abandonados en la
podredumbre, con hambre y con frío.
Y a pesar de tanta adversidad, Garabato temblorosa a como
pudo salió del basurero, caminó tambaleante por las aceras, con sus maullidos
llamaba a su madre muy lejos de donde estaba hasta que cansada y triste, se
hizo un puñito y maullaba. No encontró nunca más a su mamá, no supo nunca cuál
fue la suerte de sus hermanitos. Ahí estaba Garabato, sola y maullando al
vacío. Escuchó un ruido, observó la luz de una puerta que se habría, un impulso
la hizo saltar hacia adentro, y esta vez sintió un par de manos tibias que la
recogían del suelo.
Germán Hernández
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