12/11/17

Parábola del inmaculado



El Inmaculado subía a su tribuna y exclamaba:

- Pero qué detestable es quien devora sus uñas secretamente, el que por su compulsión animal sede a su ansiedad y las mordisquea hasta su base, y goza secretamente del dolor y la sangre que brota de sus dedos convertidos en muñones palpitantes.

Luego descendía para que la muchedumbre avergonzada pudiera besar su anillo, compungirse con su rostro iluminado por la autoridad.

Más tarde, el Inmaculado en la soledad de su recámara devoraba sus uñas, las mordisqueaba hasta su base, y lamía la sangre ferrosa de sus dedos palpitantes como muñones…

- Al menos – pensaba – nadie dirá que no he hecho bien mi trabajo.


Germán Hernández


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