Mi primer encuentro con
Juansantamaría fue a los seis años cuando estaba en el Kínder, me disfrazaron
de héroe nacional, mi mamá hizo una bella antorcha con papel celofán, recuerdo
que utilizó como mango para la tea vengadora mi Chipote Chillón del Chapulín
Colorado (Ese sí era un verdadero héroe para mí). Cuando llegué al Kínder para
la celebración patria, descubrí que todos mis compañeritos eran Juansantamarías
también, me sentí decepcionado de no ser el único. Mi mamá para la ocasión me
había contado una versión de la gesta heroica que nunca jamás he vuelto a escuchar: El erizo
valientemente se ofreció a quemar el Mesón desde donde los filibusteros resguardados
masacraban a nuestros soldados, salió sosteniendo la antorcha, los
francotiradores hirieron su brazo, la levantó de nuevo con el otro brazo,
continuó su carrera, apunto estaba de arrojarla a los enemigos, y lo hirieron
nuevamente en el otro, y con la boca recogió el arma letal, la agitó y la lanzó
hasta los invasores y calló muerto y eterno. Mi mamá hubiera sido una gran
escritora de sagas fantásticas, no hay duda.
Antes de mi segundo encuentro fueron
más bien desencuentros entre la realidad histórica y el mito, hoy día para mí
la realidad mítica es más poderosa que la histórica por lo que no me hago
rollos con eso. Digo, mi segundo encuentro fue en el 2009, para el primer
concierto de Iron Maiden en Costa Rica, recuerdo que mi amado amigo Manuel
García me invitó para esa ocasión, me regaló una entrada VIP, pero fue
imposible, ya la agorafobia estaba comenzando a envenenarme y la sola idea del
gentío me daba vértigo. Pero sí que disfruté la traviesa imagen que algún
ingenioso fanático editó en esos días, en la cual, desde el monumento de
Juansantamaría, se veía a éste transfigurado en la persona del emblemático Eddie,
la mascota de Iron Maiden, lo sentí más épico y exquisito que en The Tropper. Y
es la imagen que todavía me taladra cuando leí Archosaurio.
Y mi tercer encuentro con
Juansantamaría, precisamente es esa. Ha sido recién en estos meses, con la
novela de Bernabé Berrocal, Archosaurio, como un delicado bicho mitológico,
entre lo onírico y lo existencial que me volvieron esas imágenes. Perturbadora
y descarnada, la he leído con angustia y dolor, con un Juansantamaría y un
William Walker tan tristes y sobrevivientes de sus pesares, que justamente
cuando estaban a punto de alcanzar el perdón lo ven naufragar en la inmundicia
del Río Tárcoles.
Bernabé Berrocal |
La novela experimental no tiene
que ser una roca impenetrable, también puede ser un despliegue de ternura, un
proceso de desmitologización, y restauración, tal como lo hace Berrocal, un
fino y delicado narrador que tiene respeto por los materiales de trabajo y los
usa con destreza, Archosaurio es la novela que Bretón y sus secuaces anhelaban
escribir y no pudieron, yo recomiendo su lectura en las noches, para los que
perdieron sus sueños, o el único sueño, a lo mejor aquí lo encuentran. Yo
encantado de no tener que buscar más. Ahora los héroes nacionales, sean estos
actrices porno, galleros, exiliados, burdos peatones reventados por las deudas,
monosoñadores o estatuas desmoronándose, todos están más cercanos y sanguíneos
que nunca.
Germán Hernández
Aries
ResponderEliminar