Recuerdo cuando estuve internado en el hospital San Juan de
Dios, tenía 18 años. Vi a la Pelona pasar de cerca burlándose de mi fragilidad cuando una
peritonitis casi me lleva con ella. De verdad que las noches son largas en los
salones de un hospital, el tiempo se hace tristemente infinito, lo interrumpe apenas algún
gemido vecino, doloroso y agonizante. Si al menos hubiera tenido algo que platicar con alguien en esas
horas miserables. Esta breve novela de Rodrigo Soto hubiera sido buena
compañera para esas horas.
En este coloquio entre cuatro sujetos tan distintos y comprometidos por el azar, sin saberlo encuentran su instante de
redención, se cuentan y nos cuentan. Qué gran habilidad tiene Soto para manejar
el dialogo, es su mayor fortaleza como narrador (la tensión y delicadeza del
apartado 4 de la segunda noche es sencillamente estremecedora).
Confieso que tuve que contactar al autor para preguntarle si
esta breve novela no era más bien una obra para teatro, me dijo que había
nacido como novela, que se adaptó a teatro y que ahora volvió otra vez como
novela en en la renovada colección Nueva y vieja narrativa de la EUNED. Aunque para mí su esencia, intuyo, está para ser representada en las tablas.
Rodrigo Soto |
Curioso que el editor no advirtiera en esta edición la
necesidad de haber actualizado o bien omitido el irrelevante detalle sobre el trabajo de la madre de Diego, (uno
de los protagonistas) pues decir que trabaja en
una compañía de radiolocalizadores, hace el anacronismo inevitable, mereció al
menos una nota al pie de página en consideración a la generación que nos precede.
La lectura atenta de esta novela, creo yo, seguro que le hará la
noche entretenida, emotiva y corta.
Germán Hernández
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