En 1934, en Costa Rica apenas y existía un minúsculo
desarrollo normativo en materia laboral, para la mayoría de la sociedad pasaba
casi inadvertido que los trabajadores y trabajadoras tuvieran derechos más allá
de los que su empleador paternalmente les concediera; fueron algunos factores
internos (y varios otros externos) como la acción del emergente Partido
Comunista (recién fundado en 1932), de los primeros sindicatos artesanos, y las
cruentas huelgas bananeras en el Atlántico las que contribuyeron a que aquellos
que aceptaban el mandato de “ganarás tu pan con el sudor de tu frente”
advirtieran por fin que tenían derecho a un salario decente, a una jornada de
trabajo decente, a una seguridad social, a un régimen de jubilación, a un
subsidio de incapacidad, a un día de descanso y vacaciones pagadas, a
organizarse por mejores ventajas económicas y laborales, esa toma de
consciencia, y la lucha de miles hoy anónimos, fue la que cristalizó las
primeras reformas sociales en 1942 y las que le siguieron en 1949 y las que se
desarrollaron en las décadas siguientes hasta 1982. No fue la voluntad o la
acción de unos caudillos (Manuel Mora, Víctor Manuel Sanabria, Rafael Ángel
Calderón o un José Figueres) concediendo derechos, pues los derechos no se
conceden, no son dádivas. Al menos sí es de reconocerles, que leyeron bien su
tiempo, y tuvieron la insólita capacidad de construir el primer pacto social de
este país, un ejemplo de que se puede convivir en la diversidad.
Pero no todo son rosas, hoy, cuatro de cada diez personas
que trabajan formalmente se les viola al menos un derecho laboral, miles y
miles trabajan y no disfrutan de los mínimos laborales que rigen desde 1943 con
la promulgación del Código de Trabajo. El imperio de la ley no es más que una
ilusión y los derechos humanos también.
Antes de 1953, las mujeres jamás habían electo a nadie, ni
habían sido electas, ese derecho pasaba también inadvertido tanto para ellos,
como para ellas. Aunque no para todas, más de treinta años de lucha de la Liga
Feminista por el derecho al sufragio (y más) se alcanzaron al fin en la
constituyente de 1949. (No fue un regalo, ni la insinuación de Henrietta Boggs al
oído de don Pepe como pretenden ciertas apologías vergonzantes). Pero hoy, las
mujeres son el número uno en desempleo, en informalidad, ganan menos que los
que tienen PENE, y apenas acceden a un tercio del crédito y son el rostro de la
pobreza de este país. El imperio de la ley no es más que una ilusión y los
derechos humanos también.
Hoy, surgen otros, se vuelven visibles en el momento que
advierten que tienen derechos, un mundo de derechos es un mundo que exige más
que leyes e imposiciones, exige una sensibilidad, un reconocimiento del otro
que deja aparte cualquier amenaza, ese trabajo no se ha hecho, hemos firmado
cartas, decretos, leyes y no hemos hecho el trabajo que falta: seducir,
persuadir, convencer.
Cuando Leonardo Garnier promovió las guías de sexualidad y
afectividad no tuvo que convencerme de nada. Como yo, muchos vimos
oportunidades y necesidades satisfechas. Pero, ¿hizo algo más el señor Garnier
por hacer viable, por convencer, por explicar a los otros?, ¿fuimos a los que
“nada entendían” a los “fanáticos”, a los “fundamentalistas”, a los
“conservadores” y expusimos con respeto nuestra “verdad” tan inapelable como
las “leyes de la física”?, si es que lo intentamos lo hicimos muy mal, porque
ahora vivimos en un país fracturado, cada quien “sentado en la galleta” de su
buen entender, de sus dogmas, de su verdad, aceptando unas reglas inútiles
donde el ganador cree que se lo lleva todo.
En las pasadas elecciones, voté con miedo, y sin esperanza,
el pronóstico que hice a algunas personas cercanas se cumplió plenamente: Segunda
ronda entre Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado. Pero no vi venir la elección
de diputados, La solides de la fracción de Liberación con 17, el repunte del
PUSC con 9, y la inusual fracción de PRN con 14. Si ganara Carlos Alvarado en
segunda ronda yo siendo él no querría ser presidente. Los próximos cuatro años
serán de estancamiento, mangoneado por Ottón Solis “el inmaculado”, que no ha
construido nada, ningún consenso, ningún liderazgo más que su imagen impoluta, y
qué hará con esa fracción si se ve venir el liderazgo un Welmer Ramos que de
antemano anunció su oposición con muchos puntos de la agenda de Carlos; con
amigos así y la peor Asamblea Legislativa posible…
Los próximos años serán de estancamiento, nada espero de
Fabricio, si llegara a ganar, mangoneado por unos revividos hermanos Arias. Todas
las decisiones dolorosas que tenemos pendientes (Pensiones, reforma fiscal,
infraestructura, seguridad, emprendedurismo, empleo, derechos humanos) no se
tomarán, serán cuatro años perdidos, gane quien gane.
¿En medio de la profunda polarización y fractura como
sociedad en que estamos todavía se puede sostener que basta con creer tener la razón
e imponerla?
Que nuestra soberbia en nombre de la verdad no nos impida la
posibilidad de construir puentes, lo que nuestros tecnócratas (Sí, usted,
Leonardo Garnier y de puntilla Sonia Mora) nunca supieron conciliar, que ojalá
podamos hacerlo posible, en nombre de la concordia, y la posibilidad de un
mundo donde todos y todas quepamos. Algo habrá que aprender de los siguientes cuatro años de derrota.
Germán Hernández
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