Lluvia de fuego en las calles de la miseria
Para Brad Michael, la víctima.
Esa tarde me habían rechazado de dos bretes, pero en el último me sentí más herido, cuando una chamaca arrogante me miró con desprecio al darme la noticia. Deseé volarle un plomazo ahí mismo, para sacarle la falsa risita estúpida de un solo.
Había caminado en San José por horas, de un lado para otro, con trescientos pesos en la bolsa y un hambrón hijuelamadre. Ni para unos plátanos fritos me alcanzaba, porque me quedaba sin el pase para regresar a la choza.
Me senté frente al edificio del correo y todo se me vino como un flash: la güila pariendo burros porque no tiene ni leche para el chamaco, mi mamá histérica pegando alaridos y mandándome a trabajar en lo que fuera, los chavalos en Rohrmoser con aquellos carrazos, qué leva, mi tata para variar tirado en la calle de los Trejos; ni pudo llegar a la choza de la burra querida que se tiene, las ricuras con falditas cortas fuera de la disco, la gente tirando basura por todos lados; tirando cada uno su propia basura, sin importarle nada más que ellos, deseaba ganármelos de un tirón, convertirme en el chapulín de los cerdos de la ciudad. A mí también me importaba un pito la ciudad, porque ella era como la pintura de lo que yo sentía en aquel momento: una mierda.
Me dediqué a desnudar nenas que pasaban, claro, con mi imaginación, pero es tuanis hacerlo, aunque quede esa sensación de vacío después, de que no se logra de verdad verlas, tocarlas, desbaratarlas a pura lengua. Pero me aburrí, de repente pensé que serían madres de algún chamaquito como el mío, y se me olvidó seguir en eso.
De pronto un mae tira al basurero casi medio pedazo de pizza y me da rabia de repente. Jueputa más playo, me lo hubiera dado. Trato de olvidar de nuevo, de pensar en alguna paja para que la angustia –así le llaman a lo que sentía yo ahí- no me siga matando más.
Tan lindo el correo recién pintado, con esa plata que gastaron me hubiera comprado yo un buen chuzo para llevar a la güila a pasear a las piscinas. Las ejecutivas con sus trajes de lino, pedantes, si supieran lo feas que se ven con esos pantalones tallados y con esos culos tan deformes. Los policías municipales pasan y delante de ellos corren los vendedores ambulantes, encogiendo sus mantas con discos, zapatitos y chucherías, en un motete fácil de cargar; no los dejan bretear, qué madre. Tan imbécil yo ahí viendo al gato y el ratón, y envidiando a todos. Fue en ese momento cuando me decidí, el ardor en la panza y, peor aún, el de la miseria de adentro que sentía, me hicieron tomar la decisión. Jalé para la choza de una vez.
Caminé media hora para llegar, porque decidí comprar cigarros de camino, al menos para calmar el ansia y disimular el hambre.
Con una moneda llamé al compa y le dije que pasaran en la noche, “no más miseria papá, llegó la hora de Calero Nuevo”, le concluí y tiré de un golpe la bocina contra el vidrio de la casetilla. Lo quebré pero nadie se atrevió a decirme nada y apuré el paso hasta la choza.
Cuando Rafa llegó ya venía en su viaje, me pasó un pucho y le di un jalón que me mareó de lo lindo. Golpeé la lata del carro y le dije como un retumbo:
- Mae, hoy llueve fuego en las calles.
Al rato me pasaron cocaína que le había ganado a un chamaquillo rico unas horas antes en la misma disco de Rohrmoser que yo había visto ayer. Esa vara sí que me llevó a otro nivel.
El mae del taxi supuestamente andaba secuestrado, pero yo lo vi bien apuntado a la jugada.
Fuimos a San Pedro, pero una argentina babosa se puso fea y le receté el primero de la noche. Luego nos fuimos para Heredia, era más fácil allá, la gente andaba tranqui por la calle y les caíamos tuanis.
Todo lo que hicimos esa noche no lo haría el narrador de esta vara que le cuento. El que narra esta vara ya no tiene posibilidad para odiar la vida. El que narra esto es el de hoy, el que hace mucho no sabe qué es estar ahí, en aquella dimensión nula donde no hay dolor ni pena, ni felicidad ni nada; donde ser humano es estar muerto.
Y tampoco me refiero al autor de este cuento, él nunca se animaría a decir ni pensar lo que yo ahora digo y pienso. El autor de este cuento no podría ser como yo, porque yo antes de morir acuchillado en La Reforma, por unos compas traidores, le maté a su amigo canadiense sin asco, en una acera junto a las latas de la miseria. No se nos olvida el sonido chillante cuando el gringuito se estrelló contra ellas, después de que yo lo empujé con balazo incluido.
Los dos caminaban contentos, medio ebrios, por una oscura calle de Heredia, un domingo a la media noche; el macho canadiense me levantó el brazo cuando le quise sacar la billetera y le atravesé un plomazo en el pulmón. No le pude sacar nada, ni el reloj, porque todos los maricones que andaban conmigo salieron huyendo hacia el taxi, asustados, cuando oyeron el balazo.
El autor de este cuento solo se salvó porque puso sus manos en la cabeza y fue entonces cuando pensé que él podría escribir después, como ahora lo hace, lo que yo en realidad sentía en aquellos días cuando andaba muy muerto, más de lo que ahora estoy…
Geovanny Debrús Jiménez. (Seudónimo de Geovanny Jiménez S.) 1973. Escritor y promotor cultural costarricense que se desempeña como fundador y director del medio de comunicación electrónico CulturaCR.NET (http://www.culturacr.net), que difunde la creación artística y literaria del país. Ha trabajado, además, como educador durante más de 15 años y se graduó en Ciencias Políticas con énfasis en Política Internacional, de la Universidad de Costa Rica. Tiene publicada la novela "Cuando la muerte no alcanza" (Uruk Editores, 2010), el libro de cuentos "Sexualoscopio" en versión electrónica (Amazon/Kindle, 2011), es compilador de "Las palabras en la encrucijada, vol 1 (Debrús Producciones, 2009); esta última una antología de obras de talentos escritores del Taller de Escritura Creativa de CulturaCR.NET que dirige e imparte desde el 2006. Tiene dos novelas inéditas en reposo y pulido, así como un libro de cuentos y un poemario concluidos. Ha publicado en varias revistas y medios de comunicación del país e internacionales, impresos y en la Internet.
Tiene dos blogs, uno literario http://debrusjimenez.blogspot.com) y otro de temas socio-políticos (http://todoespuerta.blogspot.com) en los que publica con regularidad.
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Gracias mi estimado Germán por su deferencia con mi cuento. Espero le guste a la gente. Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusta por su lenguaje aunque tosco muy realista y su manera de introducirse en la mente del asesino...
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