Es inusual que el texto literario
sea visto tan solo como objeto de arte,
como puro goce estético. Parece urgente para críticos, lectores y autores,
justificarlo con razones paraliterarias que le den sentido y dignidad de ser,
una especie de razón práctica y utilitaria.
Eso no ocurre siempre con la
música o la pintura, a las cuales no se les exige tanto ese “sentido” y
mayormente basta para gozarlas y amarlas el solo hecho que nos parezcan bellas.
Quizás los mismos escritores sean
responsables en alguna medida de esto, por su autoproclamada clarividencia
moral, revolucionaria y testimonial, tanto que el viejo Neruda decía que el
poeta debía ser “el cronista de su tiempo”.
Pero cabe preguntarse si en
efecto, el texto literario es efectivamente y solamente lo que ese “cronista”
quiso decir o por el contrario, ese sentido no existe mientras no se realice en
la mente del lector; tal parece que la única manera de actualizar el sentido de
un texto es por medio de la lectura.
Si nos inclinamos por lo segundo,
la idea de un sentido estático y objetivo del texto sede a la experiencia del
lector en el transcurso de la lectura, es decir, el sentido es un evento y no
un contenido, la objetividad del texto es una ilusión y el significado lo
produce el lector. Pero no confundamos el sentido de un texto con la percepción
del sentido.
Esto es más claramente visible
cuando escuchamos la novena sinfonía de Beethoven o contemplamos una de las
maravillosas “maternidades” de Guayasamín. Con la primera, la experiencia
trasciende cualquier sentido objetivo o intención, con la segunda, a pesar del
desgarramiento ante el dolor, la exclusión social y la opresión, nos rendimos
ante la exquisita composición y cromatismo del pintor. En la música, y la
pintura, no solemos subordinar lo que sentimos a lo que comprendemos, en la
literatura pareciera ocurrir lo contrario, y buscamos reafirmar en ella eso que
nos conmueve y nos hace sentir a través de su “importancia” sociológica,
antropológica, política, etc.
Por eso, en la redacción del
fallo del jurado del Certamen de Novela Corta CCE de 2011[1],
al otorgar el premio a José Solórzano con su obra La Paciencia de los Insectos
afirma: “el autor corre un amplio riesgo
literario produciendo un texto de lectura exigente, fragmentando la narración
en discursos paralelos, los cuales a su vez oscilan entre puntos de vista
internos o externos sin que se desarrolle una trama en el sentido
convencional”.
Examinemos este fallo y sus afirmaciones.
No es claro para nosotros en qué
consiste eso que dijo el jurado relativo a
el riesgo de una “lectura exigente”,
aunque el eufemismo podría apuntar a que se trata de un libro “aburrido de
leer”, ¿Quién sabe? Lo cierto es que reivindicando el papel del lector en el
sentido del texto, toda lectura será exigente en la medida del compromiso del
lector con este.
No negaremos tampoco, que existen
textos, que ni exigen ni comprometen para nada al lector, que son fácilmente
digeribles por él y que están llenos de tramas más o menos estereotipadas y
morbosas, para las cuales tan solo basta el hábito de leer y tiempo libre, por
lo general nadie asocia la lectura con una “inversión de tiempo que genera
gozo” sino como una actividad que “entretiene o aburre durante el tiempo libre”.
Eso también sucede con los ejemplos que mencionamos antes en pintura y música,
existe gente a quienes Guayasamín y la Novena de Beethoven no les hace
comprender ni sentir nada pero sí el reggaetón y las portadas de las revistas aunque
no comprendan nada.
Luego se afirma en el fallo sobre
el riesgo literario que corre la obra de Solórzano “fragmentando la narración en discursos paralelos, los cuales a su vez
oscilan entre puntos de vista internos o externos” Francamente esto es confuso,
sería como decir que el ensamble, el videoclip, el collage y las telenovelas
arriesgan sus posibilidades de recepción por poseer efectivamente esas mismas
características que les son tan propias. No hay riesgo ni novedad en ello.
Pero también se dice en el fallo
“sin que se desarrolle una trama en el
sentido convencional” Y aquí ya comenzamos a comprender a qué se refiere
ese “riesgo literario”. Lectores y Editores por igual no suelen arriesgarse a
publicar o leer “cosas raras” o que luzcan impenetrables, o como dice el fallo parafraseándolo:
¿Una novela sin argumento, sin personajes, sin anécdotas, sin diálogos, sin
moralejas? ¡Todavía peor! ¿Sin compromiso político, revolucionario,
testimonial, antropológico?
¿Entonces qué es lo que da valor
y dignidad a esta pretendida novela de Solórzano?
Aclaremos primero que la trama no
es lo mismo que un argumento, y que La paciencia de los insectos sí tiene una
trama pero no el segundo. La trama apela al tratamiento y la manera en que el
autor dice o cuenta algo, se refiere a los recursos narrativos. Si puede
existir una novela sostenida en su propia trama prescindiendo de un argumento,
esa novela es esta.
En la paciencia de los insectos,
el tiempo y el espacio y los hechos mismos se intuyen, pero nunca estarán
descritos de manera explícita, inclusive la indefinición entre narrador y
protagonista y lector, pues el texto se extiende a veces entre la omnisciencia
de un narrador, la interpelación de un tú de un vos, y el intimismo de la
primera persona.
Esta novela apela a los escombros
y los residuos existenciales de cualquier sujeto, y especialmente a las “Huellas, improntas anónimas en el cemento y
papeles descoloridos que barre el viento en los vértices de la calzadas: raíces
ennegrecidas, cobijadas por montones de hojas pudriéndose entre latas vacías”
en efecto, esta novela nos cuenta dos historias: la primera la del rastro de
vida que se queda palpitando en los objetos, que solo se puede olfatear como un
sabueso, y la otra, más explícita hacia el final que es la novela de la novela
misma.
La dificultad siempre presente de
la narrativa es su linealidad, es imposible la simultaneidad y la contemplación
de conjunto que sí es posible en la pintura, en la totalidad del lienzo, y
luego en sus elementos, su estructura, su composición; en la narrativa el punto
de partida es a la inversa comienza en sus partes, en la concatenación de
elementos hasta que finalmente los pueda contemplar de manera completa el
lector una vez que recorra la consecutividad lineal de las palabras, una por
una.
La Paciencia de los Insectos, no
pretende esa linealidad, ni el transcurrir de los hechos, parece pedirnos que
nos detengamos, que nos posemos en cada párrafo para rumearlo, para fijar esos
instantes que están a punto de desaparecer, donde el lector, liberado por fin
de un sentido “a priori” participe en la construcción de un significado para
esos despojos que el autor supo fijar con maestría e intencionalidad, y ¿por
qué no? Para regocijarse en la lectura cuando se vuelve goce estético, y ejecución
virtuosa en la prosa de Solórzano.
Una novela que lo único que
exige, es lectores exigentes.
Otro afortunado riesgo de
Ediciones Lanzallamas.
Germán Hernández
[1] En
el primer Certamen de Novela Corta convocado por el Centro Cultural de España
en 2011, el premio fue compartido por Breves
en el tiempo de Blas Dotta y La
Paciencia de los Insectos de José Solórzano. Ediciones Lanzallamas
editó ambas novelas en un mismo volumen en su colección Bartleby en ese mismo
año.
Ciertamente no abundan los ejemplos de literatura de ese tipo. Algunos autores muestran esa particular capacidad de escribir sin pensar más allá de lo artístico, pero son minoría. Es un hecho que para hacerlo hay que disponer de una capacidad superior y una extraordinaria habilidad para no correr al lector. De otro modo el que lo intente terminará creando un himno al aburrimeiento.
ResponderEliminarEfectivamente Lucho, son pocos pero son. Lo que me place de esta novela es su irreverencia, su desproporcionada voluntad de provocar a quienes realmente se atrevan.
ResponderEliminarEs exactamente lo que Lezama Lima esperaba de su Paradiso: la complicidad total del lector,el mismo compromiso creador, tal voluntad más que generosa es un desafío.
Muy buena entrada. Muy interesante. Recuerdos de una seguidora de Barcelona. Estuvimos hablando en el Lletraferit junto Iván, en la reunión de blogueros.
ResponderEliminarDe acuerdo en que es posible (y deseable) escribir y leer textos con base en un gozo primeramente estético. Creer que eso es una especie de “pecado” literario o de “traición” al papel supuestamente revolucionario o comprometido del escritor es justamente reducir el papel del escritor (o artista en general) al de un peón de la política. Al contrario, creo que un escritor debe comprometerse primero con la escritura, y si quiere, después, con una visión política particular, pero jamás con un partido o proyecto específico, ni que ese deba ser su principal motivo para escribir. La ausencia de trama o argumento me tiene sin cuidado, precisamente por motivos similares a los anteriores: ¿dónde está escrito como ley de la novela que se deba seguir un guión o machote ortodoxo de la novela? La gran genialidad del género es haber sabido siempre cuestionar y trascender sus propias fronteras genéricas.
ResponderEliminarAhora bien, mencioné antes un goce “primeramente” estético porque tampoco creo deseable que el texto empiece y termine allí. Digo, no tengo nada en contra del placer por el placer mismo, pero sí tengo como preferencia personal que el goce estético sepa también acompañarse de cierta reflexión o indagación de algo más que sí mismo. Por ejemplo, para mí, en sentido meramente banal, un goce solamente estético sería ver fotos de Monica Belucci todo el día; pero obviamente no creería encontrar en eso una pieza maestra de arte ni ideas inteligentes o novedosas ni maneras originales de enfrentar la vida o de comprender la realidad de otros seres humanos muy diferentes de mí, cosas, todas, que sí me gusta encontrar en la literatura. En fin, puedo disfrutar gozosamente y sin culpa psicológica ni política viendo a la Belucci o leyendo un texto de agradable musicalidad, pero no confundiría esa experiencia con arte ni literatura.
Me excedí en la extensión del comentario, mis disculpas. Interesante post, don Germán. Saludos.
Apreciada María, que bueno tenerte por aquí. En adelante, siéntete siempre bienvenida. Por mi parte ya he ido de visita por tu blog y le daremos seguimiento.
ResponderEliminarY mil gracias por hacerme sentir en casa aquel día en Barcelona!
Saludos!
Apreciado Víctor, me place tenerte de visita por aquí. Y no tengas reparo en la extensión, pues has dicho muy bien respecto al asunto del "compromiso" y la "estética". Por variar, es de esos asuntos de los que siempre hay que volver una y otra vez, y que parecen de sentido común. Aquí lo crucial, sería que el lector despojado de sus "prejuicios" y "preconceptos" sobre lo que una obra literaria "debería ser" pueda con autonomía creadora, ser parte de la construcción del sentido de esta.
ResponderEliminarBienvenido siempre!
Saludos