Vida y obra de Istvan Csejte
Nace
en 1910, en Csejte, en un pueblito ensimismado entre laderas nevadas de los
cárpatos transilvanos ocho años antes de la desaparición del imperio
austro-húngaro. Transilvania luego pasa
a formar parte de Rumania, en donde vive toda su vida como parte de una minoría
húngara ansiosa de morder la mano que supuestamente la alimenta. Hijo ilegítimo de una trashumante y
prostituta ocasional, es bautizado como Istvan Csejte por los monjes de la
abadía que lo encuentran en la puerta una mañana mientras caen los primeros
crueles copos de nieve del invierno.
Esta infancia temprana del pequeño Istvan pasa en medio del rigor
disciplinario y el frenesí religioso de los monjes cuyo abad espera de algún
modo llevar de vuelta al oscurantismo medieval a través del ejercicio de la
copia a mano de libros. Istvan se
inaugura entre las letras copiando textos que no puede leer y en eso transcurre
toda su infancia a pesar de su evidente ausencia de aptitud por el lenguaje.
Cumplidos sus quince años decide escapar hacia Bucarest en donde se desempeña como mensajero, aprendiz de carnicero o carterista, alternativa y sumariamente, según las necesidades del momento o la tolerancia de los carniceros a su manera tosca de tratar los cortes o de los mayordomos a la forma en que ensucia las cartas antes de entregarlas. Ya para esta época Istvan lee furiosamente, compulsión que ha adquirido en la abadía como una forma de dejar la mente en blanco para huir de la escualidez circundante. No comprende nada de lo que lee, como en el monasterio, pero eso no le preocupa porque cree firmemente que lo que importa es la cantidad de palabras leídas y el estatus que da ser un lector, más que las ideas o historias que los libros puedan aportar. En las librerías roba libros impulsivamente y sin reparar demasiado en los títulos, especialmente de poesía, los cuales devora con avidez y sin mayor atención. Eventualmente es capturado durante el robo fallido del libro de un autor de moda, juzgado por hurto menor y encarcelado por tres años. Tras su liberación en 1933, a los veintitrés años, en un paroxismo de orgullo semiletrado, escribe un primer poemario titulado Ruinas y sangre, en el que ilusiones de grandeza nutren una versificación irregular, por no decir torpe, y un uso obtuso y repetitivo de imágenes góticas y eclesiásticas en las que los sustantivos abstractos insisten en copular con los adjetivos concretos. En Ruinas y sangre el joven Istvan argumenta que él, o el protagonista homónimo del autor, es el heredero perdido de la línea real transilvana de los Báthory y reencarnación del Caballero Negro de Hungría. Publica el libro bajo la rúbrica del que en adelante será su seudónimo: Nicolae Orescu.
Istvan se identifica en esta época con Hungría, a pesar de que vive en Rumania y habla rumano y quizá el libro obedece a las vejaciones que sufre como húngaro en la capital rumana. A los 27 años ya ha escrito otros tres libros de poesía, de los cuales no ha logrado publicar ninguno. Asiste compulsivamente a los recitales de los surrealistas rumanos en donde conoce a Dolfi Trost, Gellu Naum, Virgil Teodorescu, Paul Paun y Gherasim Luca. El grupo de sofisticados surrealistas inicialmente rechaza su constante y poco sutil acecho, pero finalmente terminan tolerando su presencia, no como un igual, sino como una especie de mascota o bufón, como un hermano menor idota que los divierte con su poesía de ideas desorbitadas y estética indefendible y con sus estridentes opiniones incorrectas. La escasa calidad de su poesía, su inexplicable xenofobia, sus elogios siempre mal fundamentados de Stalin y su necesidad constante de fraternizar con todo aquel que pueda convertirse de algún modo en un proveedor de favores lo convierten en un referente negativo del grupo. Istvan es todo lo que los surrealistas no son. Mientras Istvan es provinciano, católico, arribista, ignorante e ignorante de ser ignorante, ellos son cosmopolitas, libre pensadores y escritores que creen profundamente en el misterio del arte. Mientras que Istvan habla rumano con dejos húngaros, ellos hablan francés. Mientras él lee a los románticos franceses y no logra comprender nada, ellos ya transitan hombro a hombro las sendas oníricas de Bretón y Eluard, e incluso, en algunos aspectos, los superan. Las opiniones de Istvan son igual que él, siempre más grandes y estridentes de lo que permiten sus simplistas razonamientos. Declara en reuniones que los poetas son todos farsantes y aspirantes a tenores de ópera; que el propósito de la poesía debe ser la restauración de la monarquía ancestral en Rumania o en su defecto, llevarlo a él a la grandeza y la gloria; que sólo Stalin a logrado concentrar el poder como lo hacen los verdaderos reyes. Le disgusta Hitler, pero únicamente por su estilo proletario de su bigote, el de Stalin en cambio le parece varonil y se deja crecer uno idéntico.
Luca y Trost llenos de una fascinación, luego de una alucinada noche de copas llena asombro entomológico y desprecio literario, deciden ponerlo en su lugar jugándole una broma y publican en un tiraje diminuto, La estirpe del Dragón, el último poemario inédito de Csejte, con el mismo seudónimo que Istvan ha escogido: Nicolae Orescu. La única reseña del libro aparece en el boletín literario surrealista en la que el crítico anónimo advierte que el libro utiliza la puntuación del mismo modo que los ladrones las cachiporras, para aturdir al paciente mientras le roban, en este caso, el importe que pagó por el libro. Istvan, a quien los surrealistas ya empiezan a llamar Orescu a sus espaldas, asalta en medio de su desesperación a un grupo de ancianas que salen de un hotel luego de tomar el té y con el botín logra comprar en el oscuro local del editor todos los ejemplares de La estirpe del Dragón para luego quemarlos públicamente frente a la Opera Romana en medio de una arenga en la que se queja a gritos, subido sobre una caja de tomates, de la falta de amor por la patria de algunos judíos y artistas degenerados.
Luca y Trost le proponen al resto del grupo escribir un nuevo libro de Orescu en el cual todos aportaran poemas. Los poemas deben ser estrictamente malos, o por lo menos no mejores de lo que serían si los hubiera escrito Istvan Csejte, redactados con cuidado y paciencia, con atención a las desproporciones de los conceptos, a los argumentos falaces, las sintaxis disléxica, la gramática inconsistente, la puntuación tartamuda y el uso brutal de expresiones coloquiales y de imágenes estridentes. La tarea resulta tan divertida que pronto tienen dos libros, uno escrito por Luca y Trost y otro por Naum, Paun y Teodorescu. El primero es una parodia de los poetas rumanos de mas renombre en esas fechas, el segundo es un poema largo en el que se describen las costumbres de tocador de la Condesa Erszébet Báthory, omitiendo cualquier tipo de referencia a su mítica violencia y limitándose estrictamente a su higiene personal. Los libros se publican simultáneamente bajo el seudónimo de Orescu y los surrealistas remiten reseñas elogiosas de ambos a todos los medios en circulación de Bucarest para atraer la atención de la crítica y el público lector. Gella Naum, en un momento de debilidad y remordimiento le pregunta a Trost durante una gala en la embajada francesa si el plan no será demasiado perverso, si el pobre Istvan no merecerá un poco de compasión en vez del escarnio al que lo planean someter, pero para ese momento ya no hay marcha atrás y los libros comienzan a venderse, primero tímidamente y luego sorprendentemente más y más rápido. Pronto el impresor les informa que se han agotado ambas ediciones y que los libreros piden más. Aparecen nuevas reseñas en los periódicos señalando alternativamente la valentía y el desparpajo o la sutileza y recato de los libros. Istvan que inicialmente había enfrentado a Teodorescu a golpes en un café cuando se enteró de la existencia de los libros, empieza a reaccionar de mejor manera cuando se da cuenta de la atención que está recibiendo. Una carta iracunda de Lucian Blaga en la revista Banat, denunciando a Orescu como un antisemita y falso poeta, dispara su notoriedad y pronto un segundo tiraje de los libros se agota. Istvan, con el oportunismo que le es característico, se a apropia de su nueva persona y corrige a los que lo llaman con su nombre de bautismo diciéndoles que ese hombre ya no existe, que su nombre ahora es Orescu, Nicolae Orescu.
Los surrealistas, asombrados de los resultados de su broma, deciden publicar otro poemario, esta vez con contribuciones de todos, de poemas delirantes que hablan de la noche, baños de sangre, cuerpos que se queman en el fuego, suicidios, terremotos, incesto, tormentas y conflagraciones con miles de muertos. Un poemario devastador que acabe de una vez con el atropello que es la fama de Orescu. El poemario, La carroña ardiente, recibe un espaldarazo inmediato de los críticos rumanos en cuanto es publicado y declaran a Orescu como “un sorprendente genio atormentado” y un “ilusionista que esconde su profundidad en una aparente pero falsa sencillez”.
Orescu para esta época ya viste el traje de cuero blanco de dandy que lo caracterizará durante sus futuras apariciones en público. Los surrealistas, viendo a Orescu declamar su nueva poesía en uno de los salones principales de Bucarest, enfundado en su traje blanco y ovacionado por el público, se dan cuenta que han creado un monstruo y deciden cortar por lo sano y no publicar más libros de Orescu. Deciden que no vale la pena desenmascarar al farsante porque el gesto traería aparejada la necesidad de explicar la broma.
Pasan tres años sin que aparezca un libro nuevo. En el ínterin Orescu entrega varios manuscritos al editor que le ha ofrecido el mejor contrato, cuya línea editorial consiste básicamente en publicar a quien goce de suficiente notoriedad para vender los libros de un tiraje pequeño o posición para ayudar a promover las ventas de otros, pero todos los manuscritos presentados por Orescu son tan rotundamente inservibles que el editor, temeroso y compungido, le solicita que haga tabula rasa y los reescriba totalmente. Como Orescu es incapaz de mejorar su propio material y en cada reescritura la obra sufre notorias degradaciones, el editor decide meter mano en el asunto y hacer una edición correctiva al manuscrito titulado Las Nieves de Transilvania. Esta corrección le lleva al editor un año durante el cual las sucesivas modificaciones transforman el poemario de un solo poema épico de confuso registro sobre la nobleza transilvana, a una serie de diminutos poemas intimistas basados en imágenes del cine expresionista alemán en las que aparezcan obreros de fábricas. El producto final, claro está, no tiene relación con el original. Las pruebas del libro suscitan una carrera entre los críticos para ver cual publica primero la reseña más elogiosa sobre la obra. En ser el primero en reconocer el genio radica la grandeza del crítico. Las nieves de Transilvania ya es un rotundo éxito de ventas para cuando las tropas soviéticas entran en Bucarest en 1944. Luca es enviado al ghetto, el grupo de los surrealistas se desbanda, la mayoría huye hacia París y entran en un silencio traumático. De Orescu tampoco se sabe nada.
Terminada la guerra, Orescu es, por motivos aún difíciles de desentrañar, elogiado por el aparato cultural de la Komintern como uno de los más importantes escritores de Rumania, un defensor del habla del proletariado y de el hombre común y un crítico temible de la juventud pequeño-burguesa. El gobierno de Petru Groza le entrega la medalla Ordinul Muncii a la importancia cultural. Uno de los poemas de Las Nieves de Transilvania se convierte en una especie de himno nacional extraoficial y Orescu es nombrado director de la Oficina de Asuntos Literarios, donde se le permite efectivamente ejercer la censura de los textos a publicarse en el territorio rumano. Esta labor le resulta sorprendentemente fácil a Orescu, especialmente con los autores que le caen gordos sin saber por qué, y no tiene escrúpulos en asignar escritores jóvenes para que trabajen nuevos libros a publicarse bajo el nombre de Orescu. Uno de estos escritores jóvenes es el brillante Marin Sorescu, cuyos poemas eventualmente llegarán a ser escuchados por miles en estadios de futbol en lecturas promovidas por el estado. En esta etapa, sin embargo, Sorescu se limita a contribuir, junto con otros jóvenes poetas, a la composición de las obras de Orescu, las cuales son recibidas como obras de importancia nacional y publicadas anualmente por el estado en una colección de pasta dura numerada. Durante su temporada con la Oficina de Asuntos Literarios Orescu, infatuado con el poder de los órganos de inteligencia del estado, se dedica a la recopilación de información sobre personajes de alto perfil de la cultura rumana. Aplica alegremente la censura total o parcial a muchos libros. Finalmente publica un libro propio, sin ayuda de subalternos, que se rumora está compuesto por el material que ha extirpado de la obra de otros autores. Este libro, titulado Envuelto en llamas, lo hace caer en desgracia con el Partido Comunista Rumano, muchos de cuyos miembros se ven retratados en los densos sonetos satíricos, entre ellos el futuro secretario general del partido, Nicolae Ceausescu. Orescu publica rápidamente una retractación y aclaración en Veac Nou, el periódico oficial de la Sociedad rumana por la amistad con la Unión Soviética, pero su redacción es tan confusa y contradictoria que muchos piensan que, abusando del carácter de intocable que le da su puesto en la O.A.L., se arriesga a hacer lo que en otros prohíbe y se burla de los ofendidos con una disculpa sarcástica. Una semana exacta después de la publicación de la carta, el 11 de abril de 1965, Orescu desaparece en Bucarest y no se vuelve a saber más de él.
Cuatro años después de su desaparición, en 1969, se publica en París la colección de ensayos Tergiversación del autor, firmados por Nicolae Orescu, y que Gherasim Luca, residente en Paris en época de la publicación, denuncia como una broma de mal gusto de Asger Jorn y otros situacionistas que se han enterado de la historia original de Orescu por boca suya. Luca afirmará en una entrevista poco antes de su suicidio en 1994 que en efecto los ensayos analizan exactamente las publicaciones y anécdotas de las que él le habló a Jorn en el Café de la Mairie, frente a la Place de Saint-Sulpice, una dorada tarde de octubre del 67, interpretándolos como verdaderos actos situacionistas que, según el ensayo que da el título a la colección: “tergiversan el concepto capitalista de autor y efectivamente lo disgregan produciendo una literatura sin autor que es una herramienta crítica útil para abordar la postura del capitalismo tardío en cuanto a la producción literaria.” Nadie responde a la acusación de Luca. Jorn y los situacionistas, en la época de la publicación, están aún ocupados con las repercusiones del Mayo francés y no se pronuncian al respecto. Tampoco se tiene noticia de que alguien haya visto a Orescu después de su desaparición en Bucarest.
Tras la publicación de Tergiversación del autor no vuelven a aparecer obras firmadas por Orescu. Su nombre, sin embargo, resurge esporádicamente en las décadas subsiguientes:
Su fama tiene un repunte inicial en Estados Unidos, donde es citado por Hubert Selby Jr. como el autor de los versos que él luego convertiría en la descripción de su momento revelatorio -“me sabía el alfabeto/así que decidí ser escritor”-, que aparecen al principio de Las Nieves de Transilvania.
Charles Bukowski lo menciona a propósito de una conversación con John Fante sobre los motivos de este último para empezar a escribir y la admiración que le produjo a un Fante inseguro de sus capacidades para la tarea cuando lo encontró en una colección de poetas rumanos compilada por el transilvano Emil Isac y luego traducida por Paul Celan en 1960. “Era como una cucaracha entre mariposas. Liberador.” fue el juicio de Fante, según Bukowski.
Versos de Orescu también se encuentran en la
sección final del manuscrito de “Dile a las mujeres que salimos” de Raymond
Carver, precisamente en una sección que su editor Gordon Lish posteriormente le
amputó al original, junto con muchas otras, alterando para siempre el sentido
del cuento. Los versos: “quién es ese
otro que camino junto a tí /cuando los miro somos solo dos/pero siempre hay otro
caminando junto a mí”, aparecen originalmente en el poema XXIII de Envuelto en llamas, que forma parte de
la selección de Isac traducida por Celan y que en el cuento de Carver aparecía
como parte del diálogo entre los dos protagonistas.
Orescu fue además adoptado como precursor por los poetas brutalistas mexicanos en su manifiesto Duro y por la cara, publicado en 1983, como influencia directa de su minimalismo salvaje y el uso “duro” del lenguaje y la formación empírica.
Finalmente, tuvo un breve y tibio auge a fines del siglo XX en la propia Rumania, cuando la poeta Rumana Mariana Marin y el grupo del Cenáculo de los lunes, dirigido por Nicolae Manolescu, se dedicaron a descalificar la obra de Orescu como un simple collage, involuntario o criminal, de obras de otros autores. Según Marin, “nunca existió el autor denominado Nicolae Orescu, su obra y su vida fueron una invención de él y de la gente que lo rodeaba”. Entre los actos atribuibles a Marin y su grupo está la vandalización del busto de Orescu que adornaba la esquina sudeste de la Piata Unirii, en donde yace aún hoy sin nombre y sin posibilidad de identificación, y en cuya placa, desaparecida durante este ataque, se podía leer:
“Volveré / como la caspa / porque soy, todos los hombres”.
Juan
Murillo.
Nace en 1971 en San José, Costa Rica. Ha publicado Algunos se hacían dioses EUCR 1996 y En Contra de los Aviones ECR 2011. Fue miembro fundador del
Colectivo Literario Octubre Alfil 4.
Colabora con publicaciones
periódicas nacionales y en línea con artículos de crítica literaria y reseñas
de obras de narrativa nacional e internacional. Mantienen bitácoras sobre
literatura en su blog 100 palabras por minuto.
El presente texto es un fragmento de la novela que actualmente escribe.
Aquí puede descargar en formato pdf: Vida y Obra de Istvan Csekte
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"...los sustantivos abstractos insisten en copular con los adjetivos concretos." Una perfecta definición de trascendentalismo.
ResponderEliminar"...el libro utiliza la puntuación del mismo modo que los ladrones las cachiporras, para aturdir al paciente mientras le roban..." ☺ Cualquier parecido con CR es mera coincidencia.
Lo primero que me llamó la atención fue el apellido de Itsvan. Supuse entonces que asociarías al personaje con Erszebet Bathory y así fue. Hoy la localidad de su castillo tiene otro nombre, pero en la época en que ella vivió era efectivamente castillo de Csejthe o Csejte.
Muy buen cuento, Juan. Las referencias históricas son notables.
Abrazo.